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viernes, 10 de mayo de 2013

La desigualdad: obesidad de la sociedad


La desigualdad: obesidad de la sociedad

Alfredo Bateman 
Economista Universidad Javeriana 
@alfredobateman


El día de hoy, en medio de un discurso de Gustavo Petro con ocasión de la entrega de soluciones a un grupo de carreteros, que entre otras es uno de esos ejemplo palpables de como el compromiso político y la adecuada ejecución de políticas publicas puede cambiar la vida de la gente, el Alcalde hizo la pregunta de como se calcula el índice de Gini.

Es una pregunta elemental para cualquiera que haya estudiado algo de economía, sin embargo, para nosotros los economistas volver algo tan elemental, como una medida de la desigualdad, en un lenguaje comprensible para los demás parece ser una tarea titánica.

El resto del día estuve pensando en la mejor forma de explicar el concepto y particularmente su medición, que dicho sea de paso el indicador más popular es el indice de Gini, pero existen mucho otros, como el índice de Theil, o el índice de Sen.

No se me ocurrió mejor cosa que comparar la desigualdad con la obesidad. Pero antes de explicar porque, quisiera explicar como se calcula el índice de Gini. El Gini es un coeficiente que mide la desigualdad de ingresos de un grupo poblacional y se calcula a partir del área comprendida entre la linea de equidistribución y la curva de Lorenz.

gini-formula_ebs.jpg

La línea de equidistribución es una línea de 45o trazada en un diagrama que mide en el eje horizontal la proporción de población y en el eje vertical la proporción de ingresos. Se llama de equidistribución porque representa un mundo donde cada persona tiene los mismos ingresos que todos los demás.

Por su parte, la curva de Lorenz representa la acumulación de ingresos de los diferentes grupos poblacionales en un contexto especifico. Es decir, que proporción del ingreso tiene que grupo poblacional. En el ejemplo de la gráfica, el 20% más pobre de la población tiene el 4% de los ingresos totales mientras el 20% más rico tiene el 58%.

El coeficiente de Gini oscila entonces en un rango de 0 a 1. Cero es cuando existe una igualdad perfecta y todos tienen los mismo ingresos (no existe área entre la equidistribución y la curva de Lorenz porque son la misma). Y uno cuando una sola persona tiene el total de ingresos y el resto no tiene nada. Entre más cerca de la línea de equidistribución se encuentre la curva de Lorenz más equitativa, en términos de ingresos, será una sociedad y entre más lejos, entre mayor sea el área, pues más desigual.

Es decir, entre más delgada sea el área A en la gráfica, más equitativa será la sociedad y entre más gorda, más desigual. Y aquí llegamos a mi analogía. Lo delgado o grueso de la curva de Lorenz es una medida de la salud de una sociedad, así como la masa corporal es un indicador de salud de las personas.

Así como algo no podría pesar nada y tampoco todo, no existen sociedades con Gini de cero, ni de uno. Las sociedades más igualitarias, como Suecia, Noruega o Alemania, tienen índices de Gini cercanos a 0,3, mientras las sociedades más desiguales tienen índices de Gini mayores a 0,5 llegando en algunos casos ser cercanos a 0,6. Es decir, si bien en teoría el Gini oscila entre 0 y 1 en la realidad se encuentra en un rango entre 0,3 y 0,6.

Podríamos, apelando a nuestra analogía, decir que una sociedad equitativa (de peso normal) es aquella cuyo índice de Gini se encuentra entre 0,3 y 0,4. Una sociedad con sobrepeso aquella con un índice de Gini entre 0,4 y 0,5. Y una sociedad con obesidad grave o mórbida, con un índice de Gini entre 0,5 y 0,6. Existen algunos casos extremos, en grupos poblacionales específicos (Ginnes Record en desigualdad donde incluso puede ser mayor).


Para el caso de la ciudad de Bogotá el índice de Gini en el año 2002, según cifras del Dane, era de 0,571, es decir, un caso crónico de obesidad mórbida, a punto de sufrir un paro cardiaco social. Afortunadamente, para el año 2011 se produjo una reducción del 8,6% llegando a 0,522. Y en el año 2012, primer año de la administración de Bogotá Humana se produjo un descenso del 4,8% llegando por primera vez a 0,497. En solo un año (2011-2012) se explicó el 34% de la mejora en los últimos 11 años.

El tamaño del éxito de Bogotá en la materia es equivalente a algo así como si una persona de 1,78 metros pasara de pesar 130 kilos a 100. Ese es el tamaño del esfuerzo y de los resultados. Bogotá sigue siendo una ciudad muy desigual y segregada, sigue sufriendo de sobrepeso, esta aún lejos de poderse comparar con referentes internacionales, pero va en el camino correcto y si se profundizan las propuestas transformadoras y de defensa de lo público de la Bogotá Humana esa añoranza estará a la vuelta de la esquina. 

jueves, 25 de abril de 2013

La captura de rentas y defensa de lo público

La captura de rentas y defensa de lo público

Alfredo Bateman
Economista Universidad Javeriana
@alfredobateman


El profesor Lauchlin Currie hace cerca de 50 años, escribió un importante texto acerca de la enseñanza de la economía. En él, manifestaba su preocupación por el énfasis que se le daba a la formación matemática sin ninguna correspondencia con las recomendaciones prácticas que podían llevar esas aplicaciones: “estamos ante el grave peligro de minimizar la teoría, al considerarla como elemental... estamos llegando al punto donde sabemos más y más con respecto a menos y menos. Lo que debiera ser una herramienta altamente especializada de análisis económico está viniendo a reemplazar a la economía en sí”.

Ello ha producido unos profesionales desentendidos de las realidades sociales, engolosinados con los modelos y convertidos casi en analfabetas funcionales, nostálgicos del determinismo, en una era en que la frontera del conocimiento, avanza firmemente por lo que el premio Nobel Ilya Prigogine denomina: “el fin de las certidumbres”.

Tal vez uno de los grandes mensajes de la crisis actual es que esa forma de analizar la economía demostró su incapacidad de entenderla y, por consiguiente, de ser de utilidad para la sociedad. Debemos volver a la comprensión de los fundamentos y principios.

Por ejemplo, cuando se está en el sector público la comprensión de la captura de rentas resulta ser un elemento central para el buen funcionamiento del quehacer del Estado. Recuerdo en los primeros semestres de economía algunas menciones a la captura de rentas en el marco del análisis del mercado del suelo rural. También recuerdo su mención en el análisis de los monopolios, no mucho más. Algo se profundiza en materias como regulación económica.

Sin embargo, la práctica demuestra que la cuestión va mucho más allá. Podríamos entender la captura de rentas como el ejercicio mediante el cual un individuo se apropia de una porción de ingreso sin que haya hecho nada para producirlo. Ello ocurre con una mayor frecuencia de la que solemos pensar, ocurre permanentemente. Es más, la captura de rentas explica la riqueza de buena parte, sino de todos, los multimillonarios del planeta.

Como afirma Joseph Stiglitz: “El interés de los que se dedican a los negocios no es aumentar el bienestar de la sociedad en sentido amplio, ni siquiera hacer que los mercados sean más competitivos: su objetivo es sencillamente conseguir que los mercados funcionen para ellos, lograr que sean más lucrativos... algunas de las innovaciones más importantes en el mundo de los negocios durante las tres últimas décadas se han centrado no en hacer que la economía sea más eficiente, sino en cómo asegurarse mejor un poder monopolista o en cómo sortear la normativa del gobierno destinada a alinear la rentabilidad social y las recompensas privadas”.

La existencia de personas con grandes fortunas suele ser visto como un factor de progreso. Nos regocijamos cuando uno de nuestros compatriotas hace parte de los listados de los individuos más ricos del planeta. Pero por el contrario, las grandes fortunas son un síntoma de falta de competencia, de escasa regulación de los mercados, de apropiación de rentas y de desigualdad.


Ello nos lleva a diferenciar el empresario shumpeteriano del empresario rentista. El empresario shumpeteriano es el  motor de la innovación, del crecimiento y del desarrollo por su capacidad de generación de riqueza colectiva; es el factor más valioso y más escaso en una sociedad, se le debe promover, proteger e incentivar. Por el contrario, el empresario rentista captura para sí el esfuerzo colectivo de la sociedad, en vez de agregar valor lo resta, es prácticamente un parasito.

En los incentivos para que predomine uno u otro está la clave de un desarrollo incluyente y una sociedad democrática. Por ello, la defensa de lo público es en últimas el combate a la captura de rentas y al empresario rentista. Es fundamental, por lo tanto comprender en que ámbitos se da esa batalla.

En primer lugar está la más elemental y a su vez burda forma de captura de rentas: la corrupción. No hace falta sino ver el estado de cosas en Colombia y algunos ejemplos mediáticos como el carrusel de la contratación, Agro Ingreso Seguro o la repartija de notarias, para ver como la estructura del Estado se puede poner en función de intereses particulares para robarse el erario público.

Sin embargo, existen formas más sutiles e incluso más efectivas. Existen dos que vale la pena resaltar. i) la captura cognitiva, más que motivada por dinero se trata de un fenómeno sociológico, la clave de éxito de esta forma de captura de rentas es generar una afinidad ideológica que oriente las acciones, por ejemplo, la creencia de que el mercado no debe ser regulado.

ii) la captura por w, que es la que se produce ante la incompetencia de los encargados de defender lo público, los funcionarios y servidores públicos, es la ausencia de capacidad técnica de comprensión y compromiso con lo público, de entendimiento de los programas y de los énfasis de gobierno.

En definitiva, la apuesta por la defensa de los público es un combate frontal a la captura de rentas y una apuesta por una sociedad más equitativa e incluyente y esa apuesta requiere: i) voluntad política para afrontar una lucha frontal contra la corrupción, ii) compromiso por parte de todos los funcionarios con una agenda de defensa del bien común y iii) la construcción de funcionarios competentes capaces de comprender su papel en la sociedad y actuar con criterio y capacidad.